martes, 22 de diciembre de 2009

Prohibida la cruz, prohibidos los cristianos

Resulta que la cruz ofende a los no cristianos; mejor dicho, a los ateos.

Es comprensible. La cruz de Cristo fue escándalo para los gentiles desde el principio, porque es inadmisible al sentir mundano el que el Salvador muera en el peor de los tormentos. Hoy en día el tema no es distinto; la cruz es signo de contradicción como Simeón anunció, ya que reprensenta la humildad, la pureza, la entrega, la unidad, la esperanza, el amor, frente a la soberbia, el hedonismo, el individualismo, la margura, el odio que predica e impone el mundo.


Así que, a nivel mundial, existe un movimiento de supresión de la cruz. Nuestro gobierno ateo no se queda detrás en este tema, como en ningún otro en el que se atente con saña contra la naturaleza espiritual del ser humano.

Sólo hay un pequeño problema. Con la cruz, estamos los cristianos. Cada cristiano es signo de Cristo, tanto como lo es la cruz. Nuestra vida, nuestra oración, nuestro credo, nuestra moral, nuestra sonrisa son (¡deberían ser!) testimonios del amor de Dios. Tanto como la cruz en la que el Redentor entregó su vida por cada hombre.

Así que la prohibición de la cruz en el espacio público traerá inevitablemente la prohibición del cristianismo como práctica admisible públicamente. Ya sucedió antes; pero de las catacumbas del espíritu, la gracia impulsa a cada cristiano a dar testimonio de la Buena Noticia. Me pregunto qué nuevas formas de martirio estará preparando Satanás en la civilización de los "derechos" del hombre. Tal vez el ostracismo profesional, la inaccesibilidad a los servicios públicos (educación, sanidad,...), la pérdida de derechos civiles o la marginación económica, política y social.

Sea lo que fuere, ¡bienvenido sea! El Estado de bienestar nos prepara también un servicio de acceso rápido a la eternidad junto a Dios...


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